Javier Milei está por concluir sus primeros 30 días de gestión. En ellos, hubo infinidad de anuncios con distintos objetivos: desde un ajuste de más de cinco puntos del PIB para alcanzar equilibrio fiscal en 2024, hasta un extenso DNU con el objetivo de desregular totalmente la economía. Si bien hablamos de medidas de shock, probablemente exista un rezago hasta que los efectos comiencen a dar frutos.
En contraposición, las decisiones en el frente monetario y cambiario ya comenzaron a surtir cierto efecto. Por un lado, con la devaluación que llevó el dólar a más $ 800, el BCRA lleva 19 ruedas de compras netas, período en el cual acumuló casi USD 3.600 millones. Por otro lado, la idea de abatir la tasa de interés de referencia en conjunto con la aceleración inflacionaria garantizó una marcada licuación de los pasivos del Banco Central.
La tasa voluntariamente no alcanza
Recordemos que en una primera instancia el BCRA había optado por reducir la tasa de pases de 126% a 100% (TNA). Luego dejó de ofrecer Leliqs. En consecuencia, la tasa de política monetaria técnicamente pasó de 133% a 100% (TNA). Con una inflación de diciembre probablemente superior al 25%, esto permitió una importante poda real de los pasivos del Banco Central.
Suponiendo un aumento de precios de 27%, en línea con la mediana de las consultoras privadas, la tasa de política monetaria habría sido negativa en 84% (TEA). Como resultado, el stock promedio de pasivos remunerados pasó de $ 23,4 billones en noviembre a $ 24,5 billones en diciembre. Bajo los supuestos de nominalidad antes mencionados, esto significa que el acervo real se habría reducido 17% solo en un mes.
Pero la onda expansiva de la licuación de los pasivos que pagan tasa también llegó a los ahorristas. Es que diciembre habría sido el peor mes para armar un plazo fijo tradicional desde la hiperinflación de 1990. Tanto por el desarme como por el efecto de la inflación, entre noviembre y diciembre los plazos fijos se desmoronaron 24,8% en términos reales. Si bien en diciembre suele haber algo de salida por mayor demanda de saldos líquidos, este guarismo no tiene precedente en los últimos años.
En este contexto, no sorprende que los ahorristas hayan migrado desde plazos fijos tradicionales hacia aquellos ajustados por UVA en vista de una nominalidad creciente. Concretamente, en el último mes los depósitos a plazo indexados se incrementaron 48% nominal (17% real). No obstante, con las restricciones al acceso de esta alternativa (a la que ahora se puede acceder solo por 180 días y no por 90) los instrumentos UVA solo representan el 4% del stock total de plazos fijos.
El dólar se despierta
Con el escaso atractivo que representan las alternativas en moneda local, prácticamente sin posibilidad alguna de obtener retornos reales positivos, la calma en los tipos de cambio financieros que se vivió en el último mes del año despertaba a propios y extraños.
Si bien la confianza en el nuevo gobierno tuvo un rol clave, sostenemos que el componente estacional de la demanda de pesos que suele tener lugar hacia fin de año jugó un papel fundamental. Esto permitió que en la última semana de 2023 el CCL haya cerrado por debajo de $ 900 y la brecha cambiaria en torno al 12%.
Sin embargo, con el comienzo de año el “contado con liqui” salió de su letargo. En las primeras cinco ruedas del 2024 escaló 24% hasta superar $ 1.200. En consecuencia, la brecha se asomó al 50%.
Forzar una licuación administrada, si bien permite limpiar el excedente de pesos, es una jugada peligrosa. Así las cosas, existe la posibilidad de que el ancla fiscal no sea suficientemente potente en el corto plazo para estabilizar y se requieran otras herramientas. Por su parte, el crawling peg del 2% mensual se terminará volviendo insostenible con inflaciones recurrentemente superiores a los dos dígitos. ¿La tasa volverá a jugar un papel importante en los próximos meses? El tiempo y la eventual llegada de un plan de estabilización lo dirán.