El domingo 30 de octubre Lula se consagró como el nuevo presidente de Brasil. El líder del Partido de los Trabajadores (PT) comenzará su tercer mandato, luego de 12 años fuera del poder, a partir del 1 de enero de 2023.

Una vez más las encuestas fallaron en la magnitud, y la definición fue mucho más reñida de lo que se esperaba. Lula se impuso por apenas el 50,9%, mientras que el actual mandatario, Jair Bolsonaro, alcanzó el 49,1%. Una diferencia de tan solo 2 millones de votos.

Con este resultado, Brasil se suma a la enorme lista de países cuyos oficialismos perdieron luego de la pandemia. Críticas por el manejo de la crisis de salud y las consecuencias económicas por la suba de tasas para combatir la creciente inflación fueron moneda corriente en toda la región. Si bien fue notable la consolidación fiscal de Bolsonaro luego de la pandemia (el resultado primario pasó de -9,9% del PIB en 2020 a un superávit de 1,2% en 2022), la sociedad le hizo pagar el costo de la recesión.

El perfil izquierdista de Lula no implica que el exsindicalista carezca de ortodoxia en lo que se refiere al manejo de las cuentas públicas. En sus ocho años de gobierno, había logrado mantener el superávit fiscal sin excepción. Además, el hecho de que su compañero de fórmula, Geraldo Alckmin, provenga de la centro-derecha y tenga que gestionar con un congreso dividido, son señales de que la política económica deberá girar en torno a cierta racionalidad sin demasiado margen para los desvíos.

Dados los antecedentes de Lula en materia fiscal y el resultado electoral en línea con lo que se esperaba, el mercado no reaccionó de manera desmedida. Con respecto al cierre del viernes, el Índice Bovespa operaba con alzas del 0,3% y el real se apreciaba 1% frente al dólar.

Se viene una larga transición hasta que asuma el nuevo presidente en la mayor economía sudamericana, y desde Argentina no podremos hacer oídos sordos. Brasil es nuestro principal socio comercial: el 14% de las exportaciones tienen como destino al país verdeamarelo, y las compras provenientes desde este país ascienden al 20% del total.

Siempre conviene recordar que cualquier evento disruptivo en la economía del samba tiene impacto directa o indirecto en el plano local. Cuando Brasil estornuda, Argentina se resfría.