La fiesta del peso parece interminable. Tasas nominales anualizadas de 3 dígitos en un contexto de tipo de cambio apaciguado fueron el caldo de cultivo propicio para el regreso del carry trade o bicicleta financiera (como se conoce mediáticamente a la estrategia.
En los últimos 3 meses, el retorno total de una inversión clásica como un plazo fijo fue 26% en dólares. Esta cifra anualizada arroja un extraordinario 152%. En el caso de la inflación, vía un plazo fijo UVA, la recompensa para quienes pesificaron sus posiciones en los últimos 90 días fue aún mayor, con un 33% directo o 211% anualizado en moneda dura.
¿De dónde provino la rentabilidad?
El punto de partida de julio fue de máximo estrés, con un dólar financiero mayor a $ 330 y una brecha de 160%. La descompresión de esta tensión (el “contado con liqui” llegó a $ 280 a principios de agosto) habilitó una ganancia rápida mediante la apreciación cambiaria.
El segundo componente de la dulce revancha del peso fue el incremento de las tasas de interés y su permanencia en umbrales elevados (aunque no positivos en términos reales) en un marco de aceleración inflacionaria (el IPC se movió 6,9% mensual en el último trimestre).
Pero los árboles no crecen hasta el cielo. Una brecha 98%, la más baja en 4 meses, aunque asistida por un crawling peg de 110% que cierra el gap cambiario desde abajo, parece ser un valor retrasado para los desequilibrios que la economía está acumulando.
Sergio Massa y su empoderamiento sobre la botonera de la macro, si bien evitaron el abismo financiero en julio y reconstituyeron reservas netas por USD 5.000 millones gracias al “dólar soja”, no representan una condición suficiente para aplacar a un mercado al que las cuentas empiezan a no cerrarle.
Es que en todos los escenarios se ven menos dólares (restricciones a las importaciones y tipo de cambio real más bajo en 5 años) y más pesos (dificultad para el rollover de vencimientos de más de $ 10 billones hasta fin de 2023 con casi 90% de los compromisos indexados, pasivos remunerados que duplican la base monetaria, gasto público que ajusta muy lentamente y presiones políticas y sindicales para seguir con la indexación).
La cercanía de 2023 agrega renovadas dosis de incertidumbre en la clásica previa de los comicios. Mientras que el mercado empieza a hablar de trade electoral sobre bonos y acciones, las inversiones en pesos probablemente hayan visto lo mejor de su rally y den lugar al conocido proceso de dolarización de carteras en el preludio de la carrera presidencial.