La economía argentina acumula una importante serie de desequilibrios, que necesariamente pesarán sobre la próxima gestión, y hoy se reflejan a la luz de algunas variables: la inflación en niveles récord de los últimos 30 años, la brecha ronda el 100%, el notable deterioro patrimonial del BCRA, entre otras cuestiones.
En este contexto, y tal como lo detallamos en nuestro último update económico, la oposición comenzó a advertir sobre la herencia que dejará el actual Gobierno. La sostenibilidad de la deuda en pesos estuvo en el centro de la escena. Y es que durante este año los vencimientos del Tesoro ascienden a $ 14,3 billones.
Mientras tanto, aún no vimos grandes sorpresas. El Tesoro consiguió financiamiento neto por $ 107.000 millones en la última licitación posterior a los comentarios de Juntos por el Cambio, aunque no descartamos cierta participación de entidades públicas.
¿La oposición tiene incentivos para cooperar con los vencimientos de la gestión actual? Para responder a esta pregunta, presentamos un ejercicio similar al “dilema del prisionero”. A la hora de resolver este tipo de ejercicios, la decisión de cada agente dependerá en gran medida de lo que cree que haga el otro (y viceversa).
En esta simplificación de la realidad los dos agentes en cuestión serían el Gobierno y la oposición. El oficialismo tendría tres estrategias posibles: realizar un ajuste ortodoxo (sincerando tarifas, tipo de cambio, etc.), aplicar un nuevo “Plan Platita” (a través de un relajamiento de la política fiscal y monetaria) y continuar con el “Plan Llegar”.
Por otro lado, en lo que se refiere a la sostenibilidad de la deuda, las estrategias de la oposición serían dos: “cooperar” (sin plantear dudas sobre esta cuestión) o “no cooperar” (haciendo alusión a la “bomba de pesos”, anticipando un posible reperfilamiento, etc.).
La matriz debería leerse de la siguiente manera (teniendo en cuenta que el primer argumento corresponde al pago que recibe el oficialismo, y el segundo a la oposición): supongamos que el Gobierno decidiera aplicar un ajuste ortodoxo y la oposición cooperara: el pago para el oficialismo sería de -2 y el de la oposición de 3.
La magnitud de cada pago es irrelevante. Lo que sí debería tenerse en cuenta es lo siguiente: en caso de que la oposición cooperara, el Gobierno estaría mejor si aplicara un “Plan Platita” (recibiría un pago de 1 en lugar de -2).
Siguiendo con dicha lógica, la tabla muestra los resultados sujetos a cada escenario. Naturalmente, los pagos reales no se conocen. Sin embargo, bajo ciertas simplificaciones, proponemos que este podría ser el juego.
La oposición tendría mayores incentivos a cooperar si el Gobierno actual tomase la posta y corrigiera parte de los desequilibrios acumulados. Sin embargo, el oficialismo no parecería dispuesto a mostrarse como el “malo” de la película. Y profundizar el ajuste a esta altura de la gestión no haría más que deteriorar su imagen.
A su vez, si la oposición cooperara (suponiendo un juego estático) el oficialismo podría tener mayor incentivo a relajar la política económica para “encender” la economía. Vale tener en cuenta que las restricciones a las importaciones ya están afectando negativamente al nivel de actividad, lo que aparece como una amenaza en pleno año electoral. En este contexto, no debería llamarnos la atención si de cara a los comicios comiencen a recalentar la demanda agregada a través de más gasto y abaratamiento del crédito. Sin embargo, cualquier señal de “populismo fiscal” podría desencadenar en mayores turbulencias a nivel financiero.
Volviendo al caso anterior, una vez descartada la estrategia de “ajuste ortodoxo” ejecutado por el Frente de Todos, la oposición ya no tendría incentivos suficientes a cooperar. La herencia que recibirá la próxima gestión será comprometida. Y en este caso, probablemente prefiera que parte del trabajo sucio recaiga sobre la actual administración.
Y si la oposición no coopera, lo mejor para el Gobierno en este “juego” sería mantener en su curso el “Plan Llegar” y no desbarrancar fiscalmente. El volumen de vencimientos en 2023 es un riesgo a considerar. Y si a ello además le sumamos dosis de irresponsabilidad fiscal, las turbulencias en el plano financiero podrían ser aún mayores.
La situación de equilibrio en este juego sería que el Gobierno se mantenga a raya con el “Plan Llegar” y que la oposición no coopere con la deuda en pesos. Y, curiosamente, este es el escenario que estamos comenzando a ver una vez ya iniciada la carrera electoral.